miércoles, 13 de noviembre de 2013

Siete vidas como un gato.

Empezaron los cambios, se acabó la cuenta atrás.
Llenamos el vaso medio vacío con montones de lágrimas, gritamos bajito, y después de muchas discusiones, hemos llegado a donde queríamos, para empezar, otra vez, de manera diferente.
Juntamos nuestros insomnios, nos haremos menos tristes las caídas.
Aprenderemos a ver las risas del otro, a escuchar lo que va por dentro. A gritarnos a los ojos, y soñarlo todo.
Somos mucho más de lo que contienen nuestras maletas y cabe en unas manos. Somos pedacitos y rincones de lo que veas reflejado en nuestros ojos.
Cambie el rumbo capitán que tenemos el viento a favor.
Siete vidas como un gato, de las que no dispongo apenas de la mitad, entre discusiones y carcajadas, perdí una o dos en noches de fiesta y amores baratos. 
Con ellas, con la rubia más bonita y sonriente; con la pasota, pecosa, panecillo integral; con la loca, mi gelema, y nuestra otra melliza; y con las pestañas infinitas, que han formado y forman parte de muchos momentos increíbles.
Con mi niño de ojos lindos.
Aprendiendo a vivir, por encima de todos y todo lo que sea necesario.
Alguna fiesta, de dos, o de ocho, tanto da, que compañías como estas vienen bien siempre.
Y está entrando el tiempo de chocolates calientes y risas, de mimos, y esperemos que alguna escapada a la playa, que en invierno todo se ve de mejor manera.
Me doy cuenta, de que Santiago é moi bonitiño, pero la lluvia lo moja todo, y el crujir de las hojas es lo mejor del otoño jope.
Que como en casa en ningún sitio, 
pero sólo acabamos de empezar, y todo sea acostumbrarse. 

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